La meditación, sobre todo al principio, es un ejercicio de paciencia, de constancia; por esto mismo, es recomendable practicar en grupo y, preferentemente, con alguien que corrija la postura y fije las pautas a seguir. Una vez aprendida la técnica, acostumbrado a la postura y fijada la rutina, se puede intentar a meditar en solitario.
Lo más básico y universal de todas las técnicas de meditación es la respiración. La meditación con respiración es un gran punto con el que empezar tu práctica.
Elige un punto sobre tu ombligo y enfócate en ese punto con la mente. Siente cómo crece y se encoge tu abdomen al inhalar y exhalar. No hagas un esfuerzo consciente para cambiar la respiración, simplemente respira normalmente.
No te preocupes si tu mente comienza a distraerse, si eres principiante y, como en todo, llegar a ser bueno para meditar requiere de práctica.
Solo haz un esfuerzo para volver a concentrarte en tu respiración pero amablemente e intenta no pensar en nada más. Elimina todo pensamiento y despeja tu mente.
Si te parece difícil meditar durante el periodo de tiempo que elegiste, prueba meditar menos tiempo. Casi cualquier persona puede meditar durante un minuto o dos sin que vengan pensamientos que lo interrumpan. Entonces, a medida que los pensamientos de tu mente se calmen, poco a poco alarga tus sesiones de meditación, hasta que logres el periodo de tiempo deseado.
El practicar la meditación durante largos periodos de tiempo ha demostrado tener muchos resultados favorables y su práctica continua vale la pena. Algunos de los beneficios son los siguientes:
- Incrementa la conciencia y concentración.
- Reduce la tensión.
- Proporciona un humor más calmado y relajado.
- Mejora la memoria.
- Incrementa la materia gris (neuronas) en varias partes del cerebro.